Uno de los acontecimientos más cruciales de la historia reciente de España se produjo en la Nochevieja de 1987 -y aquello incluso podríamos argumentar que fue la consolidación definitiva de la Transición-: Sabrina Salerno apareció en el especial de TVE tras las campanadas que daban paso a 1988, y durante unos tres segundos, mientras saltaba al ritmo de la canción Boys, dejó a la vista uno de sus generosos senos, que se escapaba del leve sujetador como una anguila recién pescada entre las manos.
Quien tiene edad suficiente para recordarlo, relata el suceso con una épica casi propia de Virgilio -o de un post de Forocoches-, en el sentido de que aquello fue el despertar, o la prueba concluyente, de muchas heterosexualidades, ese concepto hoy casi tan amenazado como el lince ibérico y bajo la escrutadora lupa del Ministerio de Igualdad. Sabrina, aún adolescente y encarnando en su perfil grecolatino las matemáticas de Fibonacci y un avatar de Afrodita, había entrado como una exhalación en el mercado pop europeo aquel mismo año, con la publicación del single Boys (Summertime love), y la cosa se revolucionó no tanto por el videoclip, en el que salía en bikini blanco en una piscina propia de un agosto en Torremolinos, sino por sus apariciones en televisión, con los shorts cortísimos, la chaqueta de cuero encogida, el body de tela fina y el bamboleo de su italianísima anatomía celebrando los últimos minutos de gloria de la moda del spaghetti disco.
Había sido descubierta un año antes por el productor discográfico Claudio Cecchetto, que andaba buscando una nueva figura sexy para seguir los pasos de otras estrellas efímeras del pop bailable e hipercomercial de la época -una nueva Spagna, una nueva Laura Brannigan-, y se encontró con una joven efusiva y carnosa, una bisagra histórica entre Sophia Loren y Monica Bellucci, que se había coronado en 1984 como Miss Lido y Miss Liguria. Grabaron Sexy Girl, luego vino Boys, la ronda por televisiones europeas, y luego el pezón fugitivo. Sabrina pasó así a la historia.
El relato mítico del seno revoltoso no es único de la televisión española, sin embargo. En Italia, que se sepa, también le pasó algo parecido en otro playback para la RAI -aunque con menos segundos de exposición, allí fue un acto casi subliminal y en TVE tres largos segundos-, aunque es cierto que fue en España donde Sabrina explotó con afán su súbito estatus de sex symbol, llegando a hacer hasta 12 portadas de Interviú, si no fallan las cuentas. Era una época en la que el pop comercial a nivel internacional comenzaba una carrera de hipersexualización de las estrellas prefabricadas -era cuando surgió la primera Kylie Minogue en Australia, y también la moda de las señoras de amplio perímetro superior, como Samantha Fox, la ex de Stallone, Brigitte Nielsen, y aquella polaca hiperbólica llamada Danuta Lato-, y como todas las modas, se gastó pronto. Sabrina siguió su carrera, pero ya no volvió a tener un éxito como Boys.
Este 15 de marzo cumple 55 años y sigue en activo. Es algo que sus fans y los curiosos ya sabían -ha actuado varias veces en España, en fiestas remember de los 80-, pero que no deja de llamar la atención porque no hay muchas diferencias entre la Sabrina de ahora y la que arrasó con 19 años. Muestra una cara más afilada, fruto de diferentes pasos por el quirófano, pero se mantiene en forma -en su cuenta de Instagram publica a veces vídeos practicando pole-dancing-, y sobre todo mantiene a pleno rendimiento la cuenta corriente.
A diferencia de lo que a veces se explica, Sabrina fue durante un breve periodo de tiempo una gran máquina de hacer dinero, que arrasó en Alemania, Austria, América del Sur y, en años recientes, también en Rusia. Vendió 25 millones de discos y de aquel gran pastel le cayeron algunas migas que supo invertir sabiamente. Actualmente sigue sacando canciones, pero a lo que más se dedica es al negocio hotelero, gracias a la influencia de su marido, el también empresario Enrico Monti, al que conoció en 1994 y con el que tiene un hijo nacido en 2006, Luca Maria.
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