Gustavito era el nombre de un hipopótamo que vivía recluido en un zoo en El Salvador. Era, además, el símbolo más reconocible de este lugar. La semana pasada todo el país quedó conmocionado cuando unos desconocidos que aún no han sido identificados, se infiltraron en las instalaciones y propinaron una brutal paliza al animal que le provocó hematomas y cortes por todo el cuerpo.
Pese a los esfuerzos de un equipo de biólogos y veterinarios, los daños eran demasiado importantes y el hipopótamo falleció la noche del domingo. El hecho ha conmocionado a todo el mundo y plantea dos preguntas: ¿qué clase de personas se cuelan en un zoo y golpean a un animal hasta matarlo?, y ¿por qué sigue habiendo animales recluidos en zoológicos, expuestos en el mejor de los casos a una vida en cautividad y en el peor, como en este, a sufrir ataques brutales estando totalmente indefensos?
Por lo menos, el ataque ha sido tan impactante a nivel social que las cortes del país se han planteado elevar a categoría de delito penal los ataques hacia los animales. Esperemos que la muerte de Gustavito sirva, al menos, para proteger más en el futuro a estas criaturas indefensas.
Y, por supuesto, ojalá encuentren cuanto antes a los responsables y caiga sobre ellos todo el peso de la ley.
Mientras tanto, que este incidente nos recuerde que queda mucho por hacer a la hora de proteger a los animales de los malos tratos, de castigar a las personas que los dañan y de que lugares obsoletos que los mantienen en cautividad queden en el pasado pues ya no tienen ninguna utilidad.
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