Algunas personas tiene unas ideas que bien podrían exhibirse en el Museo de la Estupidez Humana. Los protagonistas de la historia que os contamos hoy son unas de ellas, pero además habría que dejarles un hueco también en el de la crueldad.
Una pareja de Dortmund (Alemania) que tenía una tortuga como mascota, decidió que la mejor manera de evitar que esta se escapase durante sus vacaciones era perforar el caparazón para colocarle una argolla y poder así encadenarla a un árbol. Debieron pensar que su invento era genial, 7 metros de cuerda con los que el animal tendría libertad para moverse, y todos tranquilos.
Por suerte para la tortuga, Arne Stenzel y su mujer Ute Nack, que colaboran con una organización local de rescate de animales, vieron que el animal estaba atrapado -además de atado- en un agujero bajo el sol de verano y no dudaron un momento en avisar a las autoridades.
Fueron los bomberos de Dortmund quienes se encargaron de la liberación. La cuerda de la tortuga se había enredado en un arbusto cuando esta intentaba buscar un lugar fresco donde refugiarse, ya que sus dueños no le habían dejado ni tan siquiera un recipiente con agua.
Un veterinario se encargó de retirar la argolla del caparazón de la tortuga y después buscaron un refugio de animales que se hiciese cargo de ella. “El animal debe haber sentido un dolor agonizante porque el caparazón no es de ninguna manera una cáscara, sino similar a la piel humana”, afirmó Max Schauerte, subdirector del centro.
A la vuelta de sus vacaciones, los dueños de la tortuga pueden enfrentarse a cargos criminales por maltrato animal. Solo esperamos que paguen por lo que hicieron.
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