A los cinco años de ganar el premio Nobel, Marie Curie se quedó viuda. Fue en 1906 cuando su marido Pierre Curie murió en un accidente en la calle. Tiempo después, cuando la descubridora del Radio y el Polonio inició una relación con Paul Langevin, era tan libre como él, que estaba separado. Sin embargo la ex mujer de Paul no pudo contener sus sentimientos y en un arrebato hizo publicas todas las cartas que encontró de su ex marido y Marie Curie.
Por muy triste que parezca, la población se centró más en este hecho absurdo que en los logros de la científica. No es de extrañar, hoy día (más de un siglo después) siguen ocurriendo hechos parecidos. Sin embargo, de entre todas las personas que presenciaron el episodio no todos tuvieron malos ojos y peores palabras para con Curie, que fue tachada de rompe hogares.
Personas como Albert Einstein supieron valorar la situación y actuar correctamente. El físico más famoso del mundo supo dedicarle las palabras justas a su amiga. La carta es un conjunto de bellas palabras que nos enseñará una valiosa lección.
Muy estimada señora Curie,
No se ría de mi por escribirle sin tener nada sensato para decir. Pero estoy tan enfurecido por la forma en que actualmente el público ha osado interesarse en usted que me es absolutamente necesario ventilar este sentimiento. Sin embargo, estoy convencido de que desprecia consistentemente a esta chusma, si se prodiga un obsequioso respeto de usted o si se intenta satisfacer el deseo de sensacionalismo.
Me veo obligado a decirle lo mucho que admiro su intelecto, su impulso y su honestidad, y que me considero afortunado por haberla conocido personalmente en Bruselas.
Cualquier persona que no encaje entre estos reptiles ciertamente es feliz, tanto ahora como antes, que tenemos entre nosotros a figuras como usted, y Langevin también, personas reales con las que cualquier ser humano se siente privilegiado de mantener contacto.
Si la chusma continúa metiéndose con usted, simplemente no lea esa tontería, déjasela al reptil para el que fue fabricada.
Con los saludos más amables para usted, Langevin, y Perrin, atentamente,
A. Einstein
Siempre hay lugar para aprender, cualquier situación, nueva o vieja, puede enseñarnos una valiosa lección que habíamos estado pasando por alto.
Esta historia, por ejemplo, nos demuestra como de bueno puede ser escuchar lo correcto y hacer oídos sordos a las estupideces con las que a veces tenemos que lidiar.
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