En un lejano pueblo de Rusia llamado Yaroslavl parecía que no ocurría nada. Como si allí el tiempo no transcurriera. Todo estaba detenido en esa ciudad. Pero una noche, todo cambió. Un evento sacudió a los habitantes.
Un día, un grupo de jóvenes caminaron cerca de una casa que parecía abandonada. Al pasar cerca de una de las ventanas sintieron un raro gemido.
Al principio no le dieron importancia, creyeron que se trataba de un perro o un gato. Continuaron su paso y se alejaron de la vieja casa. A la noche siguiente, el mismo grupo de chicos volvió a pasar por el lugar. Esta vez ellos se dirigían hacia una fiesta. Uno de ellos sintió nuevamente el gemido. Decidieron acercarse un poco más para identificar el extraño sonido que salía de la casa. Asustados por las leyendas urbanas, fueron cautelosos. Pero al aproximarse se dieron cuenta que era un quejido humano muy leve. Entraron a la casa. Todo estaba oscuro. Subieron las escaleras y vieron un cuarto. De allí provenían los gemidos.
Caminaron hacia el cuarto. Entraron y vieron una cuna de madera. A lo lejos solo se veían muñecas.
Al asomarse a la cuna, vieron que una pequeña bebé gritaba desconsolada. Los chicos la tomaron y de inmediato llamaron a las autoridades. La bebé llevaba al menos una semana sola en esa casa. Estaba famélica y no tenía fuerzas. Le dieron asistencia médica y la ayudaron a recuperarse. Las autoridades locales buscaron sin éxito a los padres. Pronto dieron a la niña en adopción.
Pasó algún tiempo antes de que una familia se interesara por la pequeñita. Parecía maldita por su pasado. Todos temían por su origen. Pero una mujer se interesó en la bebita. Ella anhelaba tener hijas y solo había dado a luz varones. Así que la adoptó. La chica creció bajo la mirada del pueblo. Hoy tiene 12 años y es una bella adolescente a la que le encanta bailar las danzas folklóricas de Rusia.
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