A los 13 años Deryn Blackwell, de Reino Unido, recibió una terrible noticia: los médicos le diagnosticaron leucemia y le informaron que debía someterse de inmediato a tratamiento. En ese momento su niñez se esfumó de un plumazo. Pero después de luchar valientemente contra la terrible enfermedad durante un año, Deryn recibió otro golpe del destino.
Y es que no solo padecía cáncer: el niño también sufría sarcoma de células Langerhans, una enfermedad extremadamente rara que solo padecen 5 personas en el mundo. Y tener las dos enfermedades a la vez es algo que nunca había sucedido, solo a Deryn. El niño sufría terribles dolores. Callie, su madre, recuerda los peores momentos: "Las yemas de sus dedos se pusieron duras y negras debido a una infección. Las uñas se le caían y su piel se cubría de úlceras supurantes. Todos los días me rogaba: 'Por favor, mamá, diles que me corten las manos. Ya no puedo más'".
Estaba en tan mal estado que los médicos no tenían esperanzas para él: solo le daban dos semanas de vida y lo pusieron en cuidados paliativos. Sus padres estaban tan desesperados que decidieron acudir a un método alternativo: querían darle cannabis a su hijo. Y es que los médicos les habían dicho que la marihuana podía aliviar sus dolores. Pero como hasta entonces no se habían hecho pruebas con niños, sus manos estaban atadas. Sus padres debían ser testigos del padecimiento de su hijo sin poder hacer nada al respecto. Sin embargo, finalmente urdieron un plan.
"No podíamos quedarnos de brazos cruzados viéndolo inmerso en una niebla de morfina. Por ello, fui a la ciudad y compré un aparato que sirve para inhalar drogas ilegales", explica Callie. Mientras tanto, el padre de Deryn buscó a alguien que le vendiera marihuana. Pese a poder enfrentarse hasta a cinco años de cárcel, lo haría todo por su hijo.
El estado de Deryn seguía empeorando y sus padres sabían que no tenían nada que perder. Por ello, le dieron la marihuana con el vaporizador (que no crea combustión y, por tanto, es más saludable que fumar). Los resultados fueron espectaculares: en una hora se podía apreciar la mejoría. Los dolores de Deryn habían disminuido. Por fin podía hablar de forma clara con su madre. Los medios británicos no tardaron nada en hacerse eco de la historia.
Los médicos y cuidadores apenas podían creerlo: día tras día Deryn mejoraba visiblemente y solo unas semanas después de comenzar con el tratamiento de marihuana quedó claro que el niño no iba a morir. Pronto podría dejar el hospital y seguir con la escuela. Eso fue en 2013. Deryn tiene hoy 17 años y se ha recuperado totalmente gracias al riesgo que decidieron correr sus padres.
Al leer una historia como esta es fácil convencerse de las propiedades curativas del cannabis; el hecho de que con un elemento natural como este sea posible salvar vidas es absolutamente increíble. Deryn y sus padres están muy agradecidos a los médicos por el consejo que les dieron y esperan que se investigue más al respecto para poder salvar las vidas de otras personas.
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