Tras una larga carrera en radio y TV, Isabel Gemio (Alburquerque, 1961) vive ahora volcada en su fundación para la investigación de enfermedades neuromusculares, distrofias y enfermedades raras, creada a raíz de la dolencia de uno de sus hijos. Además, ha lanzado su canal en YouTube: Next TV.
- Después de tantos años con las historias de los demás, ¿cómo es contar la historia de una?
- Si te refieres al libro 'Mi hijo, mi maestro' [La Esfera de los libros], sobre la historia de mi hijo enfermo, fue escrito desde la desesperación del ¿qué más puedo hacer para concienciar sobre la realidad de las enfermedades raras y la falta de investigación? Y fue doloroso, pero también reconfortante. Hacer todo lo que puedo me da paz.
- En salud, ¿al final es todo cuestión de dinero o hay algo más?
- Nuestra salud tiene mucho que ver con la inversión en ciencia y la prevención. Sin embargo, no es una prioridad para instituciones, grandes empresas, ni para la sociedad. Así nos va. Incluso en una emergencia como ésta, la inversión en ciencia es ridícula. No estamos ni al nivel de Hungría. Y deberíamos aspirar a parecernos a los los países del norte. Tienen una economía más sólida. Pero no ha habido, ni hay, voluntad política.
- Albert Camus se preguntaba continuamente por qué Dios permite el sufrimiento de los niños.
- Prefiero hacerme preguntas que me hagan reaccionar, luchar. Todos somos pequeños dioses con poder para decidir cómo afrontar el dolor. Aprender del camino y crecer como persona, para dar lo mejor de nosotros mismos hace que la vida valga la pena.
- ¿Qué le lleva a montar su fundación?
- La impotencia de ver a mi hijo empeorando continuamente, y comprobar que los avances en estas enfermedades no se producían por falta de recursos. Quise pasar de quejarme a poner mi granito de arena en la ciencia. Tenemos siete proyectos en diferentes comunidades, que corren el peligro de no tener futuro por la situación actual. Muchos proyectos sobre otras patologías que no son Covid-19 se están viendo afectados. Es lamentable, y de graves consecuencias para millones de personas.
- ¿Cuál es su forma de soportar la existencia?
- Mis hijos, por supuesto, las personas que quiero, pero también todo lo que puedo hacer. Comprobar si soy capaz de gestionar con dignidad este camino tan tortuoso y lleno de piedras. Quisiera estar a la altura y dar lo mejor de mí. Es un desafío que se ha agravado en este tiempo de pandemia, como para casi todos, pero sobre todo para las familias con enfermos en casa.
- ¿Qué es lo que más y lo que menos añora de la radio y la TV?
- Poder comunicarme con mucha gente y darles voz a quienes mejoran el mundo. Claro que me gustaría tener un programa nacional, sobre todo en la radio, como 'Te doy mi palabra', pero no es posible. Creo que todavía puedo aportar cosas al oficio, y por ello mientras se cierran puertas, he decidido abrir una ventana en YouTube: Nextv, Isabel Gemio. Humilde, pequeña, sin medios, pero libre. No necesito estar en primera línea para ser feliz. Al contrario, ahora vivo en paz y soy más feliz que nunca.
- ¿Cómo es el equilibrio entre lo que se quiere preguntar y lo que se pretende transmitir?
- En la honestidad. Todo se puede preguntar con respeto. A nosotros nos debe importar la verdad, y aquello que es de interés público. No debemos ser jueces, ni abusar de nuestra posición. Pero tampoco hacer las típicas entrevistas de promoción o propaganda. Debemos tratar de sacar lo que no se quiere decir.
- ¿Es la televisión actual la peor de todos los tiempos?
- Hay de todo, como en otros medios. Mucha gente ha dejado de ver la tele convencional; mis hijos no la ven, yo muy poca. Veo series y películas en plataformas, o prefiero leer o regar mi huerto. Pero siempre hay cosas interesantes.
- ¿Qué es la telebasura?
- No hay basura solo en televisión. Es verdad, que la televisión tiene un gran impacto, ya compartido con las redes sociales. La telebasura es hacer daño a alguien sin un motivo de interés público. Es mentir, abusar del morbo y la especulación en los sucesos. No contrastar. Hacer cualquier cosa por audiencia.
- ¿Cuánto le queda de vida al periodismo?
- El periodismo riguroso, de investigación, con medios, independiente, lo tiene cada vez más difícil. Y al mismo tiempo es más necesario que nunca. Una sociedad bien informada es menos manipulable. Es terrible el aumento de los bulos y la desinformación.
- ¿Por qué oscilamos entre lo trascendental y la vulgaridad?
- Más que vulgaridad, diría superficialidad. Venimos de un tiempo que empoderó la banalidad del mal, recordando a Hannah Arendt. Entre todos hemos legitimado la falta de ética, la estulticia, la vulgaridad, la falta de respeto. Pero, algo está cambiando, necesitamos referentes que nos aporten algo positivo.
- ¿Aprenderemos algo del Covid-19?
- Visto lo visto, cuesta creerlo. Pero hay mucha gente con ganas de colaborar y mejorar las cosas, que está despertando y exigiendo ética a los de arriba. Deberíamos quejarnos menos y actuar más. La solidaridad, y no el egoísmo y la confrontación, nos hará más soportable esta crisis. Los políticos tienen la obligación de dar ejemplo. Estamos hartos de ver su incapacidad para el diálogo y el consenso.
- ¿Cómo lo han gestionado estos políticos?
- Al principio, preferí dar tiempo, ya que no pensé que sería tan dramático. Pero ahora veo inacción, falta de previsión. Era de prever que con la vuelta a la actividad, aumentarían los contagios, las muertes, pero parece que estas muertes importan menos. O que está asumido que ese es el precio de no parar la economía. No entiendo que el Presidente se fuera de vacaciones en un momento en el que la mayoría de españoles se quedaron en sus casas preocupados por la salud y el empleo.
- ¿Y la ciudadanía?
- A mí me asombran quienes no se cuidan, si no por ellos, por sus familias, amigos. Pero también por los demás . El mundo se desmorona y muchos quieren seguir de fiesta. Me preocupa que los científicos no hayan sabido comunicar, y que se le esté dando tanto pábulo a teorías y opiniones que nada han demostrado. Creí que esta vez la sociedad comprendería la importancia de la ciencia. Pero solo se quiere una vacuna cuanto antes. Lo único que acabará con la pandemia será la investigación. El conocimiento del virus.
- ¿Qué tal se portaba de pequeña?
- Fui rebelde, según mi madre.
- ¿Le habría gustado tener más poder a lo largo de su vida?
- No lo he pensado, pero no quiero poder, sino libertad para elegir vivir como quiero. El verdadero poder está dentro de cada uno. Ser dueña de mi destino, y aceptar lo que la vida me quita o me da, me ha liberado de muchas inseguridades y miedos. Como mujer, quiero que las mujeres tengan las mismas oportunidades de alcanzar el poder. El mundo será más justo. De todas formas, en la cumbre hay mucha soledad y mentiras.
- ¿Qué le turba de la posmodernidad?
- Creo que los sueños de la modernidad que creía posible un mundo más humanista, libre, cultivado, fracasaron. Nos han hecho creer que bastaba con ser modernos, poder viajar, consumir, votar cada cuatro años. Vivimos mejor que nuestros padres, pero nuestros hijos no vivirán mejor que nosotros. La precariedad laboral es indecente. No podemos seguir en nuestra zona de confort a costa del sufrimiento de otros. Vivimos la decadencia espiritual de Occidente.
- ¿Qué le parece la cultura del 'linchamiento digital'?
- Sobra odio y ruido. No hay tiempo para la reflexión sosegada, positiva. Solo vende lo polémico, lo negativo. Falta empatía, compasión, tolerancia. En España gustan mucho los linchamientos. Hay que distanciarse de todo eso, es nocivo para el alma. Una persona feliz no hace daño a nadie. El odio, la venganza, la envidia, siembran infelicidad. Prefiero estar del lado de los que alumbran.
- ¿Queda sitio para el humor? ¿Qué le hace reír?
- Debemos encontrar momentos para desconectar de todo lo que nos preocupa, y echarle, si no humor, porque a veces cuesta reír, al menos, ironía. A mí me hace reír las ocurrencias de mis hijos. Una buena charla con mis amigos, una película, un buen libro... Disfruto mucho de las pequeñas cosas...
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