Telecinco emite este domingo el documental de Toñi Moreno donde se desgranan los recuerdos de una mujer rota a quien lincharon por lesbiana. "Tiene cara de mala", decían de ella. Sólo un miembro del jurado que la condenó injustamente le ha pedido perdón.
Escenario del supuesto crimen. Aparecen unas zapatillas de deporte, los calcetines y sangre. Rocío Wanninkhof, de 19 años, había desaparecido la tarde del 9 de octubre de 1999 en la Cala de Mijas. Al día siguiente su madre, Alicia Hornos, en compañía de su pareja de entonces, encontraron las pertenencias de la joven. El 2 de noviembre encontraron el cadáver. A partir de ahí empezó un circo mediático que acabó con una falsa culpable en prisión, Dolores Vázquez (69), privada de libertad durante 519 días. Su puesto lo ocupó el auténtico homicida, Tony Alexander King, a quien detuvieron tras verificar el 21 de agosto de 2003 que su ADN encontrado en las uñas de otra de sus víctimas, Sonia Carabantes, era idéntico al de una colilla encontrada en el área donde asesinó a Rocío.
A través del documentalDolores, la verdad sobre elcaso Wanninkhof (HBO Max), Toñi Moreno (48) exprime delicadamente los recuerdos de una mujer rota a quien nadie ha pedido perdón (solo un miembro del jurado popular) y a quien el Supremo le negó una indemnización de 4 millones de euros en concepto de compensación por haber sido injustamente encarcelada. Durante todo su tortuoso camino encontró la mano amiga de su abogado, Pedro Apalategui. A lo largo de seis capítulos, Loli intenta hacer una catarsis.
Lo veraz y lo mendaz se entremezcló. Se crearon dos juzgados paralelos. El oficial (Audiencia Provincial de Málaga) y el oficioso (Día a día), el magacín de Telecinco (1996-2004) reconvertido en una Heliea posmoderna en la que María Teresa Campos (80) ejercía de Themis catódica distorsionada que con los años halló su propia Némesis. Antes de que se acuñara el término influencer, la presentadora diseminaba el arte de la persuasión desde su púlpito celestial ante el 26% de la audiencia.
En su última entrevista con Jorge Javier Vázquez (51) en Sálvame DeLuxe, la presentadora sentenció: "Nunca he hecho un programa de televisión para hacer daño a nadie y menos inventándome cosas.... Yo he hecho programas de televisión para que la gente se divierta, para hacer entrevistas interesantes". La memoria es frágil. O conveniente. Pero las hormigas blancas siempre consiguen que vuelva el pasado, y a todo color. "Tiene cara de mala", exclamaba María Teresa en función de las imágenes y declaraciones que le llegaban al plató, sobre todo, de su tertuliano ya fallecido, el criminólogo y periodista Paco Pérez Abellán. Sin alardes de contención, la que otrora fuera la reina de las mañanas espetó en un momento determinado: "¿Cómo se puede tener esa sangre fría de estar ahí en el entierro? ¿Qué sentiría por dentro esa mujer? ¡Qué frialdad! Todos los que la conocen dicen que es fría y calculadora, pero no hasta este punto de estar ahí en primera fila aguantando".
Sin pruebas irrefutables y con frágiles indicios, Dolores Vázquez ya había sido sentenciada. Calculadora, fría, metódica, vengativa... un sinfín de epítetos negativos a los que se aferraron los detractores de la inculpada así como los medios de comunicación que hicieron de la vida de esta mujer poco menos que el purgatorio en el ámbito terrenal. Cuando LOC llama al móvil de María Teresa Campos el timbre suena y suena. Nunca coge el teléfono. La intención es saber su opinión sobre el documental y si cree que ha de pedir perdón. Pero todos los intentos son puro barbecho.
Toñi Moreno ha ejercido como productora ejecutiva del documental a través de Unicorn Content, la empresa fundada por Ana Rosa Quintana y Xelo Montesinos, y quien ha conseguido la gran exclusiva con las declaraciones de Dolores, que tuvo que dejar su acomodada vida en Mijas (Málaga), vender su chalé para pagar a los abogados e irse a vivir a Betanzos (A Coruña) con su hermana porque no le dieron tiempo a cotizar lo suficiente. Malvive con una pensión de unos 300 euros mensuales.
Asegura que no tiene rencor. Pero le gustaría que el Estado le pidiera perdón. Y, con ello, la indemnización correspondiente. Tal y como declaró la ex presentadora de Viva la vida durante la promoción del programa, "nadie hizo bien su trabajo, ni la justicia, ni los investigadores, ni los periodistas (...) Desde el momento en el que se sentó en el banquillo ya estaba condenada". Toñi tenía 26 años cuando cubrió el suceso en Andalucía Directo para Canal Sur. Ella también la consideró culpable. Pero a medida que avanzó el juicio su opinión cambió.
La relación amorosa entre Dolores Vázquez y Alicia Hornos nubló el juicio (de la gente y de la justicia) porque la mayoría estaba pendiente de si se trataba de un crimen pasional. La lesbofobia en la década de los 90 era una enfermedad silenciosa que estigmatizó el caso. Ya lo escribió el escritor Eduardo Mendicutti en su columna de EL MUNDO cuando afirmó que trascendió "el estereotipo de la lesbiana hombruna, descarnada, desagradable". Su educación en Inglaterra quizás tuvo algo que ver a la hora de no mostrar sus sentimientos, de mostrarse distante, de no sonreír, de no mirar directamente a la cámara.
Alicia sigue manteniendo que su ex pareja tuvo algo que veren el asesinato a pesar de considerarla el gran amor de su vida y ambas continúan en ese tira y afloja sobre a quién de las dos pertenecía el amor de Rocío. En el documental, Dolores argumenta que durante el juicio su ex compañera sujetaba un retrato de su hija, "miraba la foto, pero no a Alicia. Rocío nunca hubiese perdonado a su madre decir las cosas que decía en aquel juicio. Ella sabe muy bien que el ojito derecho de Rocío era yo. Rocío era más mía que de Alicia" mientras que su madre sigue en sus trece: "Rocío no la quería".
Junto con el crimen de Cuenca, el caso Wanninkhof es uno de los errores judiciales más graves de la historia moderna de la judicatura española. Condenada a 15 años y un día de prisión y a indemnizar a la familia de la víctima con 18 millones de pesetas, la orientación sexual de Dolores fue objeto de escrutinio y de burlas incluso tras los barrotes. "Me ponía los oídos llenos de papel higiénico para no escuchar, y las horas no pasaban. Me llamaban bollera, lesbiana (...), asegura en el documental.
Ni la madre de Rocío ni sus tíos facilitaron el camino para la inocencia de Dolores. Hablaban mal de la inculpada e influenciaron a los medios que presionaron, consciente o inconscientemente, al equipo de investigación mejor preparado de la Guardia Civil. Se necesitaba un/a culpable en la mayor brevedad posible. El colmo llegó cuando uno de los abogados contrató una línea de pago (astronómico) 906 para aportar información sobre la investigación, pero el colegio de abogados se quedó en Babia y no fue expulsado. Afortunadamente, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía anuló la sentencia de la Audiencia de Málaga. Dolores era libre. Pero le cortaron las alas.
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