Estando muy cerca de sus últimos días, dos ancianos decidieron regalarse una noche inolvidable. Para empezar, fueron a su bar favorito y se tomaron algunas cervezas. Después se dirigieron directamente a un burdel.
La dueña los miró de arriba abajo y le susurró al oído a su colega: "Coloca un par de muñecas inflables en sus camas; no van a notar la diferencia".
La colega siguió las instrucciones. Los dos señores fueron conducidos a sus respectivas habitaciones e hicieron su mejor esfuerzo.
Mientras regresaban caminando al bar, uno de los ancianos dijo: "¿Sabes una cosa? Creo que mi chica estaba muerta".
"¿Muerta?, respondió su compañero. "¿Por qué crees eso?".
"Bueno, porque en todo el rato que estuvimos en la cama no movió ni un solo músculo ni hizo ningún ruido".
El otro hombre le contestó: "Pudo haber sido peor. ¡Yo creo que mi chica era una bruja!".
Su amigo se quedó paralizado del susto: "¿Una bruja? ¿Por qué dices eso?".
El anciano le hizo una seña para que se acercara y le dijo al oído: "Cuando empezamos a hacer el amor, comencé a besarla y mordisquearle el cuello. Después, ella se tiró un pedo enorme y salió volando por la ventana. ¡Para colmo, se llevó mi dentadura!".
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