Su madre supo de la condición del bebé justo después de nacer.
Pero las condiciones económicas no le permitían costear la operación que le podían realizar en otro país.
Los milagros existen cuando los corazones se disponen a dar.
Gracias a los avances de la ciencia médica y a la vocación de servicio en pro de la vida que tuvieron presente los galenos, fue posible que Anton Bryantsev, un niño que nació sin lengua, pudiera hablar después de ser operado. Lo más noble, sin ningún costo económico para su madre.
Fue justo al nacer después de haber sido evaluado por los médicos, que la madre del bebé, Svetlana Barantseva, fue notificada de la extraña condición de su hijo por lo que fue trasladado de inmediato al Centro Clínico de otra ciudad porque tenía serios problemas respiratorios.
Estuvo hospitalizado varios meses porque requería asistencia artificial para respirar. Hasta que le colocaron un aparato, una especie de conducto para hacer las funciones de la tráquea y que le permitió oxigenar sus pulmones por sí solo. Fue entonces que le dieron de alta.
Era terrible tanto para la madre como para el infante adaptarse a esta condición, Anton sufría mucho, apenas podía comer los alimentos líquidos o cremosos que recibía a través de un catéter que tenía conectado para no afectar sus vías respiratorias y era muy débil de salud.
El pequeño no podía hablar, con gestos y uno que otro murmullo procuraba comunicarse, algunas veces sin éxito, lo que hacía sentir impotencia. Existía la posibilidad de mejorar su condición con una operación que hacían en Israel, pero de costos muy elevados y la madre tenía dos hijos a quienes sostener.
Los doctores no quitaban a Svetlana las esperanzas de ver a su hijo hablando algún día. Fue entonces, cuando el preocupado otorrinolaringólogo, Vyacheslav Vavin, del Centro Hospitalario de Kemerovo en Rusia, planteó a dos cirujanos italianos evaluar el diagnóstico de Anton y se unieron a su causa.
Era un caso poco común el de este infante, pero decidieron que la intervención se haría por fases. Lo sometieron a dos operaciones de avanzada tecnología y procedimientos científicos que a su vez sirvieron de experimento a los galenos para realizar otros implantes de este tipo.
En la primera operación le adaptaron una tráquea para que aprendiera a comer por sí solo y en la segunda se la retiraron al reconstruirle la lengua. Ya con esto el niño podía respirar y dar sus primeras palabras, la etapa más difícil a superar según el doctor Vavin, que requerirá de terapias.
El éxito de esta intervención le dio a Anton la posibilidad de ser tan normal como cualquier niño de su edad, lo que con terapeutas y el apoyo de su madre de seguro logrará. Es por tanto digno de reconocer que gracias a los avances de la ciencia y al gesto humanitario de los médicos que intervinieron, la vida de este pequeño tiene otro sentido.
Así como el caso de Anton existen otros en el mundo en los que no solo se ven los adelantos que la medicina ha tenido, también cabe señalar que muchos galenos aportan sus conocimientos de manera gratuita. Dando así muestras de su vocación desinteresada y esperando como compensa, ver una mirada de felicidad en sus pacientes.
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