A Bryan Ware, un imaginativo padre de familia que vive en San Francisco se le ocurrió una manera brillante de reutilizar los creyones usandos de escuelas y restaurantes.
Él tuvo esta idea en 2011 cuando estaba celebrando su cumpleaños en un restaurante. El camarero le trajo a dos de sus hijos algunos crayones. Después de esto Bryan sintió curiosidad por saber qué ocurría con esas piezas de cera luego de ser usadas durante un par de minutos; descubrió que iban directamente al basurero. Entonces pensó que podría darles un mejor uso: fundirlas y enviárlas a los niños que están en los hospitales.
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