Desde pequeños aprendemos y nos formamos como personas. Son nuestros círculos más cercanos los que más influencian nuestro comportamiento. Obviamente, aprendemos todo cuando estamos creciendo. Es en la infancia cuando más receptivos somos y más información almacenamos. De este modo todo lo vivido en casa, el colegio o con los amigos serán fuentes inagotables de aprendizaje y costumbres adquiridas.
Tanto para lo bueno como para lo malo. Por eso es realmente importante que cuando estamos con niños miremos siempre por mantener unas formas y un lenguaje positivo. Y es que según que cosas digamos y cómo lo enfoquemos podrían contener en sí mismas parte de negatividad y carencias de todo tipo que acusarán cuando crezcan.
De este modo, niños y adolescentes pueden ver condicionada su formación como personas según lo que sus padres o adultos más cercanos les hagan creer o les enseñen. He aquí 15 ejemplos que ilustran lo que podría ser un caso de lenguaje o enfoque erróneo.
«Si eres un niño bueno te traerán muchos juguetes»
Si partimos de la base de la maldad y la bondad desde pequeños estaremos ya haciendo una diferencia entre comportamientos que no son en sí mismos malvados. Además, premiar el comportarse tal y cómo les pedimos refuerza la idea de «portarse bien» para ser premiados. Denota también otro aspecto que padres y adultos hemos ideo creando: «es un niño muy bueno, no llora, no grita, no corre». Perpetuar esa idea puede generar bebés y niños malos por el mero hecho de ser lo que son. Correr, gritar, llorar y explorar son parte del proceso de aprendizaje igual. No se necesita obtener premios por evitar eso mismo.
«Mamá no está llorando, todo está bien»
Enfrentarse a problemas tan comunes como la tristeza, la vida o la muerte es fundamental en la infancia. No es recomendable tratar de sobreproteger a los niños o taparles la obviedad. Eso no quiere decir que haya que decirles sin tapujos los aspectos más feos o tristes, sino que habremos de enfrentar el asunto y explicárselo tal y como corresponde. De lo contrario, pondremos una un venda sobre los ojos o una protección extrema, y criaremos niños con escasos recursos para mostrar libremente sus sentimientos o aceptar los de los demás.
«Mi hijo no puede, no sabe hacerlo»
Educar, aprender y crecer implica correr riesgos, salir de la zona cómoda en la que nos sentimos seguros para poder progresar y llegar donde no nos creíamos capaces de estar un rato antes. Enseñar a nuestros hijos esto, y confiar en su habilidad para aprender y para progresar, es fundamental para transmitirles seguridad en ellos mismos. Y para educar con amor y confianza en lugar de hacerlo con miedo.
«Es lo que hay, la vida es así»
Nunca una frase dijo tan poco y sentenció tanto. Las cosas no son únicamente como las percibimos en un cierto momento. No son iguales para nosotros que para nuestros hijos. Pero, además, esta frase tampoco debería suponer un punto y final o cierre a un conflicto. Recurrir al «porque lo digo yo y punto» es en cierta medida lo mismo que «es lo que hay, la vida es así». Puede parecer pesado en ocasiones, o incluso difícil de explicar, pero un buen argumento y una explicación a tiempo es mucho más valioso.
«Eres un desagradecido, te doy todo lo que quieres y aún así te portas mal»
Relacionar los cuidados, el cariño o el bienestar con una deuda por parte del niño es un error. Ni deben nada, ni se debería establecer una conexión entre su actitud y nuestro amor. De partida se supone que un niño llega cuando lo deseamos y eso no implica que deban pagar ningún precio por estar donde están. Por otro lado, ceder a todo lo que quieren es también un conflicto en sí mismo.
«A mi hijo solo le regaño yo»
A menudo vemos nuestros hijos como una extensión de nosotros mismos o una posesión. Por eso quizá nos molesta que, cuando se da el caso, otra persona le regañe o le recrimine un comportamiento inadecuado, incluidos los profesores. Y aunque es cierto que nadie tiene derecho a juzgar a un niño o a hablar mal de él, tal vez evitar ciertos comportamientos que atentan contra su seguridad o las de los demás debería ser tarea de todos si queremos una sociedad sana y solidaria. Y la confianza en los profesores es básica para la educación de nuestros hijos.
«Ahora a cualquier cosa lo llaman bullying»
Mucha gente considera que los problemas de los niños son como ellos, pequeños. Y por eso suelen quitar hierro a temas como el acoso escolar y consideran una exageración llamarlo acoso o denunciar el bullying. Sin embargo como en todos los campos, contextos y edades entre los niños también se dan situaciones que merecen cierta atención. El acoso escolar o bullying es una de ellas, por lo que rebajar su importancia es en un error tan grande como ignorarlo.
«¿Quién tiene la culpa, quién ha empezado esta pelea?»
Cuando nuestros hijos se pelean, a menudo vienen a contárnoslo para que seamos los árbitros y entonces queremos buscar al culpable, al que ha empezado todo. Pero quizá este tipo de reacciones por nuestra parte no les enseñe (ni nos enseñe) a gestionar los conflictos de manera adecuada y a mejorar la convivencia que, con toda seguridad, es uno de nuestros objetivos educativos. Con este enfoque nos centramos en objetivos a corto plazo (que la pelea acabe ya) y olvidamos nuestros objetivos a largo plazo (que aprendan a gestionar conflictos y a convivir).
«Uy, cuando se lo cuente a tu padre»
Esta frase puede dejar claro que el padre y la madre son un equipo. Sin embargo transferir la autoridad a los padres y convertirlos en amenaza no parece un buen plan.
«No llores, sé un hombre»
Este es solo un ejemplo, pero hay muchos más. Mientras que están vacunando a este niño demuestra que es muy valiente y reprime las lágrimas por el dolor de los pinchazos. Una voz de hombre le dice: «no llores, di que eres un hombre». Una escena que puede ser divertida, pero que quizá no sea la más educativa. ¿Por qué los hombres no pueden llorar? ¿Es de verdad educativo enseñar a los niños a reprimir sus emociones?
«A mí no me grites (gritando)»
Predicar con el ejemplo. Si queremos conseguir resultados positivos no podemos actuar con negatividad. No podemos decir una frase llena de palabrotas para pretender que nuestro hijo no diga palabrotas. Del mismo modo perder los nervios no es una buena opción para hacer que alguien se calme.
«Hijo, eres el mejor»
Queremos que nuestros hijos tengan buena autoestima, confíen en sí mismos y sean capaces de dar lo mejor de sí. Pero muchos de los halagos que reciben alientan la competitividad con sus hermanos o sus amigos, les suscitan la sed de ganar a toda costa, de ser los primeros caiga quien caiga. Quizá sea buena idea no basar la educación de nuestros hijos en comparaciones, que ya se sabe: son odiosas.
«Si no comes, no te voy a querer»
Cuando atribuimos el comer con el cariño puede suceder que el alimentarse se convierta en una tortura. Sobre todo cuando los más pequeños tienen problemas para comer o sus preferencias en la mesa son muy limitadas. Es entendible que a veces hay momentos de desesperación en los que recurrimos a cualquier cosa, pero hacerlo puede suponer más de lo que parece. El solo hecho de que tu madre o tu padre no te quieran por no comer ya es suficientemente grave en sí mismo.
«Hemos aprobado matemáticas»]
Ayudar a tu hijo o cualquier niño no te convierte en él. Sus problemas, pero también sus logros, son suyos. Sobre todo con las tareas escolares, los objetivos que consiguen son fruto de su esfuerzo y trabajo. Con o sin ayuda son ellos mismos quienes conquistan metas, no rebajemos importancia a eso ni le quitemos mérito haciéndolo algo común, de dos.
Deja que ya lo hago yo'
Como el «te lo voy a explicar de forma sencilla para que tú lo entiendas» esta frase deja en muy mala posición la autoestima del niño. Supone además un fracaso, el pequeño no está haciendo las cosas cómo queremos y lo destituimos. No parece una buena opción, sobre todo porque un uso constante de esta frase, y actitud, puede generar un sentimiento de incapacidad en los más pequeños.
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