Yo soy la mamá que gritaba…

16.05.2018 15:20

Esta vez quiero hablar de algo que siempre se oye, se ve o a veces se infiere, pero que las mamás callan: me refiero a ser mamá y gritar…, sí, gritar.

Yo soy la mamá que gritaba… Cuando pienso en escribir en el blog lo hago las mas de las veces desde mis propias necesidades, ideas y hasta carencias como mujer y madre, porque pienso y siento que lo mismo que me preocupa o me pasa a mi, puede preocuparle o pasarle a muchas mas…

Yo confieso que muchas veces les he gritado y les grito a mis hijos…, por muchas razones y en una de las últimas veces, mi hijo mayor (que solo tiene 7 años), me hizo llegar a esta reflexión. 

Me dejó una pequeña nota diciendo que -“no me sienta mal, porque al final, él sabe que cuando he gritado, lo hago porque lo amo”. Y lo pongo  en contexto.

Soy mamá de 4 niños entre los 3 meses y los 7 años de edad (lo cual no es para nada una justificación para gritar a diestra y siniestra), estoy con ellos de tiempo completo y tengo ayuda en casa, sin embargo; les he gritado a mis hijos. Puedo dar ejemplos de haberlo hecho cuando en medio de hacer muchas cosas al mismo tiempo veo que alguno de ellos está en peligro y no me doy el tiempo para explicarlo sutilmente, simplemente grito, algo como “no jueguen en la escalera”, o “no te vayas a cruzar la calle”, “cuidado con tu hermana(o)”, “está caliente”, “no pises ahí”, “ven”, “te puede morder”, “no”…, etc. También, lo acepto, les he gritado con enojo, con rabia… porque en ocasiones no me han dejado tomar una llamada que era importante para mi, o porque en el auto van tan activos que me he sentido desesperada por no tener un poco de silencio, o porque en el supermercado han roto algo por tocarlo cuando les había advertido que no lo hicieran, porque los he perdido de vista algunos segundos y sentido que el corazón se me sale para luego darme cuenta que están a unos metros o simplemente jugando a las escondidas de mi o conmigo…, otras veces; he gritado desde el dolor…, no con ellos, ni contra ellos, pero me han escuchado y me han visto gritar, porque tengo duelos personales, por cansancio, por frustración, por tristeza, por enojo…, vaya que he gritado, incluso… me he cachado hablando fuerte, alto en el tono cuando pierdo de vista que eso solo aleja un niño… y es cuando miro sus ojos abiertos y su pequeño cuerpo alerta, que me doy cuenta que debo bajar la voz…

No grito siempre, no grito mucho, pero si grito. ¿Una horrible verdad?, no lo sé. Honestamente no tengo una respuesta absoluta. Cuando he gritado, a veces me he sentido fatal por haberlo hecho, otras me he sentido bien, otras no he sentido nada… Creo que eso me hace demasiado humana y también estoy segura de que gritar no me convierte en mala madre, aún y todo mi reflexión personal es sobre haber indagado profundamente hacia dentro de mi qué es lo que provoca que yo grite o les grite a las 4 personas que me aman de la manera mas incondicional que puede haber…

Aquí mis conclusiones sobre qué y porqué grito (más allá de la primera respuesta obvia que cada situación tenga):

Mis distracciones. Me pone irritable lo que me distrae de mis hijos: el uso excesivo del teléfono, hacer demasiadas cosas al mismo tiempo, demasiados pendientes por hacer, querer hacer todo yo misma o querer hacer ciertas cosas a la perfección…, el resultado: sentir que pierdo el control y gritar para sacar la presión, la consecuencia: perder el control y definitivamente no recuperarlo por haber gritado.

Me hace gritar el cansancio extremo, el hambre, la frustración de no lograr concluir algo, sentir que no soy escuchada, sentir que solo un grito puede lograr lo que busco…, en fin, lo que hace gritar a la mayoría de las personas.

Identificado lo anterior, y habiendo leído la nota del mayor de mis hijos… “que a veces grito porque los amo”, he implementado algunos cambios y les comparto.-

1. La nota me hizo llorar, no porque me sintiera mal o bien por haber gritado, sino porque simplemente entendí que no es responsabilidad de mi hijo quitarme del camino la responsabilidad de tenerlos a mi cargo y no abusar jamás de mi control sobre ellos.

2. Entendí del alma que hay cosas sobre las que jamás tendré en control y que eso, no tiene porqué llevarme a gritarles a quienes mas amo y a quienes menos se defenderían de mi, simplemente porque no esperan que yo les grite.

3. Hablé con mi hijo y le expliqué hasta asegurarme que me entendiera que gritar no es, ni será sinónimo de amor, y que sí, aún cuando a veces les he gritado desde el amor por protegerlos y que agradezco que lo reconozca, gritar no es igual a amar.

4. Entendí que siempre habrá cosas que hagan, digan, no hagan o simplemente sucedan por o alrededor de mis hijos y que me saquen de quicio, y que a pesar de ello, sea lo que sea, gritar no lo arreglará.

5. No quiero gritar al punto de que en algún momento ellos me teman.

6. Senté a mis dos mayores de 7 y 5 años y les expliqué que me he dado cuenta que les he gritado y que otras veces simplemente he gritado y que eso, no está del todo bien y que me esforzaré por dejar de hacerlo.

7. Entendí que ellos me observan, todo el tiempo, esté yo o no consciente de ello, entonces que debo y que además quiero cambiar ciertas reacciones de mi persona para que ellos no sean ese espejo de mi lado negativo.

8. Me perdoné por las veces que grité sin razón o en exceso, porque claro que lo hice y al renocerlo me dolí por mi, y me dolí por ellos y me perdoné.

9. Aprendí a poner atención a mis propias emociones y a las señales de cansancio, sueño, frustración, tristeza, etc., y sin dejar de darme espacio para sentirlas y vivirlas profundamente, dejé de darme permiso para perder el control y creer que lo puedo resolver con un grito y he tratado firmemente de que, en cuanto siento la gana de subir la voz…, simplemente la bajo mucho mas… y me he dado cuenta que ante el cambio de tono de voz, ellos, mis hijos, son mas atentos y receptivos porque tienen que ajustar su atención y sus sentidos para escucharme y eso provoca una pausa en el ambiente o en la situación que me está irrigando

10. Quiero que, sea lo que sea que hagan, lo que sea…, ellos puedan acudir a mi desde el amor y desde la certeza absoluta de cuentan y contarán conmigo y con mi amor y comprensión, que eso no quita bajo ningún esquema que yo ceda a no ponerles límites, claro que sigo y seguiré haciéndolo, incluso sigo regañando y a veces aplicando consecuencias, pero… ya no gritando.

¿Qué que ha cambiado alrededor de mi cambio?, para mi sorpresa todo, mis hijos ya no gritan como antes…, en mi casa ya no vivo los gritos de ellos o los míos porque “son niños”, o “porque son 4”, o porque “tengo la razón”, la energía cambió, siguen haciendo cosas de niños y yo sigo con ellos reaccionando, pero mejor, en calma, con la voz calma, cambié mi energía y ellos lo notaron y pueden fácilmente darse cuenta cuando algo está distinto y me preguntan ¿qué pasa? y yo puedo comunicarme con ellos antes de llegar a la necesidad de gritar.

Todos hemos entendido que nos amamos a pesar de no gritarnos y no al revés. No es que me sienta orgullosa de esta confesión, pero si me siento feliz de haber cambiado para mejorar la relación con mis hijos y el ambiente en casa…, me siento feliz de haberme dado cuenta de que nunca es tarde para hacer cambios que hagan mas feliz a una familia.

Los niños perdonan, pero mas importante es entender que la vida es muy muy corta como para pasarla mal, que tener hijos es una belleza en si misma y que he elegido reaccionar desde la paz y desde el amor para que ellos vivan observando eso en mi.

Seguro que de pronto me cacho con ganas de gritar, pero eso me ha llevado justo a la auto observación y a mejorar como persona y les agradezco a mis 4 maestros de vida hacerme ver hacia mi, les agradezco infinito su amor incondicional y me agradezco gritar cada vez menos porque ahora me escucho mejor.

Karla Lara

Fuente