No son heridas, son cicatrices de guerra

04.10.2017 15:33

¿Cómo llegué a ser quien soy?; la pregunta más recurrente en mi cabeza últimamente…

Vienen a mi mente recuerdos de muchas etapas diferentes de mi vida; vagos recuerdos de la niñez, algunos fragmentos de adolescencia, recuerdos lúcidos de mis primeros años de juventud. Recuerdos de situaciones que en su momento me destrozaron el alma, el cuerpo y el corazón en pedazos, años de lamentaciones y de auto compasión por haberme equivocado: por haber confiado mi amistad a las personas incorrectas, por haber decidido tarde que era lo que quería hacer de mi futuro, por no haber tomado la opción correcta, por dejar que otros decidieran por mí, por dejar que me influenciaran con comentarios y críticas; por entregarle mi corazón a la persona incorrecta, por no haber intentado eso que tanto quería hacer por miedo a fallar. Y me sentí tan mal al pensar en todas esas ocasiones en las que perdí mi espíritu y mi felicidad.

Recorrer el camino de la vida hasta el punto en el que me encuentro ahora fue tan complicado… Nadie me dijo qué hacer si me equivocaba de decisión; no nací con un manual bajo el brazo al cual recurrir si me encuentro rodeada de problemas;  y los libros de auto-ayuda nunca representarán una ayuda tangible y práctica.

Aún recuerdo el momento preciso en el que el hombre que consideraba el hombre de mi vida, me atacó abalanzándose sobre mi corazón, apuñalándolo en diversas ocasiones; no sin antes administrarme pequeñas pero constantes dosis de morfina por los labios…

Por la piel; seguramente intentando mitigar el dolor que vendría después, no recordó que las heridas, además de doler también sangran; pensé que nunca sobreviviría a morir por amor, sintiendo como en cada gota de sangre derramada, brotaba mi alma desde lo mas profundo por aquella incisión.

Hoy puedo recorrer con los dedos, los restos de lo que un día fue esa herida fresca sobre mi pecho y que se dibujan ahí, acompañados de un par de cicatrices aun más viejas, también provocadas por personas a las que le mostré sin reservas mi lado más vulnerable.

Y el recuento de los daños no se limita únicamente a mi pecho; existen esas pequeñas cortadas en mis piernas, una por cada una de los pasos que di en falso, empujada por deseos ajenos a los míos. Rasguños en los brazos, restos de conflictos con personas que no supieron ser amigos reales… Huellas de auto laceración en mis débiles muñecas, debidas a todos esos episodios en los que no me quise como persona, episodios en los que odie tanto mi cuerpo, mi cabello o mi personalidad tan diferente a la de los demás…

Sin embargo, hoy sé que las cicatrices que tengo en el cuerpo no son algo de lo que deba avergonzarme, al contrario; son mis amadas crónicas de batalla; cada una de ellas relata un fragmento de las anécdotas que hoy conforman mi breve historia en la tierra; y si mi piel hablara… Contaría a gritos cada una de mis grandes hazañas; porque entendí que, para estar en la cima; primero hay que saber como es que se siente estar en el fondo; a qué huele y qué gusto tiene  la derrota y el dolor.

Solamente de esa manera hoy pude darle un sentido a todo el sufrimiento que me provocaron y que me provoqué cuando me hirieron de diferentes formas, porque hoy me ha llegado el momento maravilloso en el que como ser humano, encontré el propósito por el cual vine al mundo y entonces descubro que ya no quiero seguir conviviendo con lo mismo que vengo soportando desde hace meses, o tal vez años,eso que me sigue causando heridas en la piel.

Vivir la vida a un ritmo desenfrenado, no era la forma correcta de tener las emociones a flor de piel todo el tiempo y la adrenalina de hacer lo prohibido, tampoco  es el combustible que te permite vivir todo lo que aparece en el camino intensamente, tampoco vivir en fiestas, emborrachándose, o siendo la sombra de otros.

Aprendí por mi propia cuenta de lo peor para de ahora en adelante, buscar lo mejor; dejar de perder el tiempo, que jamás regresa en puro ensayo y error. Dejé de ser antagonista, para convertirme en mi propia protagonista; basta de miedos, basta de vergüenzas, es hora de decidir por mí, de amar por mí, de vivir por mí; sin esperar a que llegue alguien y me recoja de la soledad y de la miseria. ¿Por qué buscar quien cure mis heridas si éstas ya han cicatrizado por sí solas? 

Es hora de abrazar mi pasado, hacerlo parte de mí, para continuar caminando, no sin cometer errores, pero sí aprendiendo de ellos. Mis cicatrices no son un defecto provocado, sino un recordatorio de que no importa cuán difícil sea una batalla; siempre lograré salir adelante con la recompensa mas grande:

Una enseñanza al hombro.

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