La persona que siempre me cuido, hasta su ultimo respiro.
No conocí a mi padre, el se fue de la casa apenas yo tenía unos meses de nacida. Mamá fue quien se quedó a cargo de pagar las cuentas, los problemas de la casa y de cuidar a su familia: Ella, yo y mi hermano.
Mi papá nunca se sintió en su hogar con nosotros, ser responsable no era “lo suyo”, ser libre le iba mejor. Quedamos nosotros tres contra todo.
Contra todo pronóstico, mi abuelo fue quien tomó el lugar que mi padre quiso dejar. No era su responsabilidad y aún así quiso darnos esa figura paterna. Quería ser él quien nos enseñara a diferenciar entre el bien y el mal, enseñarnos de matemáticas o leernos algo antes de dormir. Nadie lo obligó, el lo hizo de corazón, lo hacía con amor que no le sobraba pero abundaba en él. Lo hizo porque nos amó desde la primera vez que pudo vernos.
Junto a él nada nos faltó, y no hablo de dinero, porque el dinero viene y va. Nunca faltó quien nos ayudara con la casa, cuando teníamos un corazón roto y hasta cuando no sabías qué hacer. Se encargó de enseñarlos sobre la vida y cómo vivirla. Nos enseño a ser nobles y humildes y que si nos hace falta llorar, no temerle a hacerlo si no aprender de ello. Nunca nos faltaron palabras de aliento o esperanza y hoy agradecemos por todo lo que nos dío
Mi abuelo nunca fue robusto, ni tampoco alto. Él era ese señor necio, un poco bajito y sonrisa confiable. Tenía los ojos grandes y podías ver la honestidad que vivía en él a tavés de ellos. No era el más guapo pero siempre fue atento y fiel a mi abuela. Sincero y lleno de principios, fue el hombre que me salvó muchas veces de mí misma. Fue quien me cuido hasta su ultimo aliento.
Mi abuelo, más padre que mi propio abuelo. El ser humano más grande que he conocido o conoceré. Ahora es luz y después de iluminar nuestras vidas ahora es lumbrera en el cielo. Gracias abuelo, por el amor que nunca nos falto, por convertirme en el ser humano que soy. Sin ti no sería igual.
Comparto tu luz en este escrito, para que todos lo sepan.