Lo tengo todo, los miserables son ellos…

26.09.2017 14:23

Claris era una mujer que se consideraba tenerlo todo. Amor, Dinero, Trabajo, Salud, Amistad, etc. En una ocasión llegó Ana, amiga del trabajo de Claris, para contarle sus tragedias sobre su actual novio, que por cierto era casado.

A Claris le daba una flojera inmensa escuchar a Ana pues la juzgaba débil de carácter al haberse involucrado con ese hombre. Consideraba que su amiga se había hecho presa de su propia manera de vivir y en el fondo sabia que por más que le advirtiera al respecto, Ana no comprendería el problema en el que se metió, hasta tocar fondo. Claris tenía muy definida la idea de que los errores se pagaban caros y que no se encuentra el consuelo con alguien,  si ese alguien no ha portando tus zapatos por lo menos una vez.

Cansada Claris de escuchar las continuas quejas de Ana, se fue alejando de ella para no sentirse involucrada. Suficiente tenía ya con la carga de trabajo como para perder el tiempo con sus beberías.

Un día meditando en su cuarto, Claris pensaba… -Definitivamente Ana es una miserable, no se da cuenta que si tan sólo decide alejarse de ese hombre su problema terminará. Entiendo que le dolerá pero es necesario sacrificarte cuando sabes que estás siendo lastimada continuamente.

  •  ¿Será que vive ilusionada?
  •  ¿ Será que nunca se ha preguntado si es feliz con lo que tiene?
  •  ¿ Será que le complace sufrir continuamente?
  • ¿Será que sólo piensa en ella?

Y conforme pasaban todas estas preguntas por su mente, se quedó dormida.

Al día siguiente se despertó decidida. Claris aplicaría todas esas preguntas a su vida para darle una lección a Ana.

La primera. ¿Será que vive ilusionada? Claris tenía un novio guapísimo del que estaba muy enamorada así que ilusión no podía ser. Él la correspondía de igual manera, por lo que definitivamente no era su caso. Claris tenía otras ilusiones, deseaba viajar por todo el continente Europeo así que se fue de vacaciones junto a su novio y voló a Berlín, Viena, Madrid, París, etc.

Regresando de ese inmenso viaje era necesario darse cuenta si era feliz con lo que tenía. Ella estaba complacida con ese viaje. El lunes se despertó temprano para ir a su oficina, Claris deseaba contarle a Ana su travesía, no podía ocultar la enorme sonrisa que iluminaba su rostro; sin embargo la sorpresa fue otra.  Ana había sido despedida, eso le trajo a Claris una tristeza que arruinó su día.

Su amiga del trabajo ya no estaba más ahí para escuchar cuan hermoso viaje. Fue por un café para pasarse el trago amargo pero no había café, así que fue a su lugar a sacar todos los pendientes que tenía; eran tantos que comenzó a fastidiarse, el bullicio la cansó, se estresó tanto que su espalda comenzó hacer estragos. Al terminar la jornada de trabajo el tráfico era inmenso y un tremendo dolor de cabeza comenzó a invadirla. Se dio cuenta que el viaje sólo le dio felicidad por un momento y había regresado a la triste realidad. Llegó a su hogar y se dejó caer en su cama. Entre el silencio de su habitación recordó otra de las pregunta: ¿Será que le complace sufrir continuamente?

Claris se sorprendió de esto. E inmediatamente fue a tomar un baño para relajarse, no le gustó darse cuenta que se hizo presa de su propia manera de vivir tal cual lo pensaba de su amiga Ana. Entre que se bañaba recordó. ¿Será que sólo piensa en ella? Esta pregunta le hizo recordar cuando Ana quiso contarle lo que le pasaba y como ella egoístamente se alejó para continuar con su trabajo.

Claris estaba inmensamente arrepentida de su comportamiento, no había tenido tiempo de despedirse de su amiga así que pensaba una y otra vez como había juzgado a Ana sin antes examinarse a sí misma. De repente tocaron a la puerta y cuando abrió era un hombre que bajo su hombro llevaba un libro. El hombre no tenía empleo por lo cual solicitaba dinero para su hijo enfermo. Claris no confió en él y le pidió se retirara. Ella pensó. –Qué hombre tan miserable usar a su hijo como excusa para no trabajar. A otro perro con ese hueso-.

El hombre se retiró y cayó una hoja de entre su libro. Claris la recogió y la leyó, esta decía…

  • NO TE AFANES POR HACERTE RICO, SÉ PRUDENTE Y DESISTE. Prov. 23:4-6 Los amigos, la familia, los vecinos todos son importantes, el dinero no es prioridad.
  • PORQUE EL REINO DE DIOS NO ES COMIDA NI BEBIDA, SINO JUSTICIA Y PAZ Y GOZO EN EL ESPÍRITU SANTO. Rom. 14:17 La felicidad es condicionada a los placeres de la vida. El gozo proviene del corazón.
  • ESFUÉRZATE Y SE VALIENTE. NO TEMAS NI DESMAYES, QUE YO SOY TU DIOS Y ESTARÉ CONTIGO POR DONDEQUIERA QUE VAYAS. Josue 1:6-9 Ningún sufrimiento es tan poderoso para hundirnos en la depresión cuando se tiene a Dios en el corazón, pues él nos consuela en todo tiempo
  • EL EGOÍSMO BUSCA SU PROPIO BIEN; CONTRA TODO SANO JUICIO SE REBELA. AL NECIO NO LE COMPLACE EL DISCERNIMIENTO; TAL SOLO HACE ALARDE A SU PROPIA OPINIÓN. Prov. 18 El egoísta piensa en sí mismo y no se acuerda de Dios para no verse comprometido agradarlo.

Entre el final de esas citas el hombre escribió: Señor en ti confió mí hijo sanará porque sé que tú nos amas.

Claris comenzó a llorar, se dio cuenta que todo lo que tenía era causa de un Dios que la sostenía y no eran sus fuerzas, pues ella continuamente se equivocaba. Claris supo que un AMOR no siempre es correspondido, que el DINERO no compra la felicidad, el TRABAJO no siempre se tiene, la SALUD se puede estropear y la AMISTAD puede verse arruinada por nuestros errores, mas sin embargo ¡DIOS es y será ETERNO!

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