La viróloga que huyó de China: El virus no procede de la naturaleza ni salió del mercado de Wuhan

23.10.2020 13:08

Li-Meng Yan es la doctora china que se marchó de Hong Kong, donde investigaba con hámsteres dorados, para denunciar al mundo 'la mentira' china de la Covid-19. Prepara un informe con "pruebas sólidas"

El 31 de diciembre de 2019, cuando el mundo celebraba la mudanza de año, la doctora Li-Meng Yan recibió el encargo de sus jefes de indagar en las noticias que llegaban de Wuhan. Aquel día, según la cronología publicada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), su oficina en el gigante asiático se topó en la web de la comisión sanitaria municipal de Wuhan con un comunicado que alertaba de los primeros casos de «una neumonía viral» desconocida. La luego bautizada como Covid-19 -una enfermedad infecciosa causada por el virus SARS-CoV-2- acababa de hacer acto de presencia, con unas calamidades que nadie podía entonces predecir.

Aquella nochevieja es el único dato que conecta a Li-Meng, por entonces viróloga de un laboratorio de referencia de la OMS en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Hong Kong, con la narración temporal proporcionada por el régimen chino y la OMS.

A partir de entonces, el relato se desliza por senderos distintos. «El 31 de diciembre mi supervisor y consultor de la OMS, el doctor Leo Poon, me pidió que fuera a su oficina. Una vez allí, me solicitó que le ayudara a investigar lo que sucedía en China con una neumonía desconocida», recuerda Li-Meng en conversación exclusiva con Crónica, una de las contadas entrevistas que ha realizado desde que huyó de la ex colonia británica a finales de abril y la primera que concede a un medio de comunicación europeo.

«Había que redactar un informe para el Gobierno de Hong Kong y, ante la falta de información oficial, me solicitó que usara mi red de contactos científicos en la China continental para lograr más datos sobre este virus similar al SARS que había aparecido en Wuhan», evoca la experta, que había dedicado el último lustro a desarrollar una vacuna universal contra la gripe.

En busca de pesquisas y cumpliendo órdenes, uno de los primeros contactos que aceptó hablar fue un viejo amigo que trabajaba en el Centro Chino para el Control y Prevención de Enfermedades, una agencia estatal ubicada en Pekín que centraliza la información y la atención de enfermedades, con especial énfasis a las infecciosas. «Le llamé aquel mismo día. Tuve suerte porque me di cuenta de que tenía más información de la que hubiera imaginado. Me dijo que estaban preparándose para recibir las muestras clínicas de los pacientes de Wuhan que habían sido enviadas para su identificación y examen, pero me avanzó que en Wuhan, que dispone de un instituto de virología, sabían ya que era un nuevo virus SARS y que incluso habían secuenciado su genoma completo. Me aseguró que el número de casos en aquel momento eran 40 a pesar de que el Gobierno proporcionaba la cifra de 27. Y entonces me dio el dato más importante: se había detectado un clúster familiar. Para cualquier investigador en salud pública, es un hecho notable, porque todos sabemos lo que eso implica: esta enfermedad se transmite de humano a humano».

-Pero ese dato no empieza a circular hasta el 14 de enero, cuando la responsable técnica de la OMS señala en rueda de prensa la existencia de «una transmisión limitada del coronavirus entre seres humanos (en los 41 casos confirmados), fundamentalmente a través de familiares», y alerta del riesgo de un posible brote más amplio...

-Dicen que hay «una transmisión limitada humano a humano» o que la transmisión es «muy débil». Por eso digo que durante ese tiempo se dedicaron a jugar. Sólo existen dos situaciones: o hay transmisión humano a humano o no la hay. La transmisión humano a humano es la primera cosa sobre la que se debería alertar a la población y al personal médico.

Li-Meng continuó con sus llamadas y los cruces de conversaciones a través de aplicaciones de mensajería móvil hasta tres días más tarde. «Desde el 31 de diciembre hasta el 3 de enero seguí con mi investigación y mantuve a mi supervisor al tanto de la nueva información que conseguía. Me pidió que fuese discreta. A partir de ese día me dijo que él se encargaría y que yo podía volver a mi trabajo previo», cuenta. «No me desplacé a Wuhan porque el Gobierno chino no permite llevar a cabo investigaciones in situ a expertos de fuera del país y porque mi supervisor sólo quería información».

"NO CRUCES LA LÍNEA ROJA"

El 16 de enero -el mismo día en el que Japón notificó el contagio de una persona que había viajado a Wuhan, el segundo caso confirmado fuera de las fronteras chinas-, la doctora volvió a ser requerida. «Mi supervisor me enseñó un email cuyo remitente desconozco con la fotografía de un mapache japonés. Alguien le había dicho que podía haber sido el huésped intermedio y debía rastrear esa pista. Me dijo que no entendía lo que estaba sucediendo en Wuhan y que China no estaba compartiendo la suficiente información para comprenderlo». La investigadora volvió a las andadas, precedida, asegura, de una advertencia de su superior: «Me suplicó que tuviera cuidado porque si no, desaparecería. Me advirtió: "No cruces la línea roja". Regresé a mi puesto e hice algunas llamadas».

Los retazos que logró recopilar acerca de lo que sucedía en Wuhan la dejaron desconcertada. «Hablé con varios colegas. Me dijeron que en Wuhan sólo se estaba diagnosticando a los pacientes que tenían alguna conexión con el mercado de mariscos y animales salvajes a pesar de que ya se sabía que había transmisión humano a humano. También me trasladaron que nadie había escuchado que la gente en Wuhan consumiera carne de mapache. Era evidente que Pekín estaba tratando de encubrir la enfermedad. Trasladé esta información a mi supervisor, que me volvió a pedir que no cruzara la línea roja».

Li-Meng la terminó traspasando tres días después, cuando desde el anonimato compartió sus indagaciones con un periodista opositor chino afincando en el exilio. «Me sorprendió que un día después de hacerse pública aquella información, el 20 de enero, el Gobierno chino acabara admitiéndolo».

-Su investigación se basa en conversaciones que mantuvo con médicos y virólogos en la China continental. ¿Qué pruebas tiene?

-Tengo los registros de las conversaciones que mantuve por chat y que han sido comprobadas ya por el FBI. No me he inventado nada. En estos momentos estoy preparando un informe en base a pruebas médicas sólidas con un grupo de virólogos y otros especialistas médicos, en su mayoría chinos residentes en EEUU, para proporcionar la verdad sobre la enfermedad y sus orígenes. Son científicos reputados y bien formados, procedentes de centros de referencia. Trabajamos telemáticamente.

-¿Cuándo se publicará?

-No puedo decirlo con exactitud pero, cuando esté completo, será primero enviado a las autoridades estadounidenses. Después lo compartiremos con la opinión pública.

-¿Cuál es, según usted, el origen de la Covid-19?

-Lo que le puedo decir es que el mercado de Wuhan no es el origen del brote ni un animal salvaje el huésped intermedio. La Covid-19 no procede de la naturaleza. El mercado sólo es una cabeza de turco.

Al calor de la epidemia, elevada a categoría de pandemia oficialmente el 11 de marzo, la doctora -con una docena de publicaciones científicas desde 2012- cambió su objeto de estudio para centrarse, junto al equipo de la universidad de Hong Kong, en el nuevo coronavirus. Desde entonces, participó con otros ya ex colegas en dos estudios divulgados por las prestigiosas revistas Nature y The Lancet.El de The Lancet, a mediados de marzo, examina la carga viral en muestras de pacientes leves y graves de Covid-19. El de Nature, en cambio, ofrece un modelo animal de la enfermedad en hámsteres dorados, a los que inocularon el virus aislado de un paciente de la megalópolis hongkonesa. El experimento detecta transmisión entre los roedores por contacto y aerosoles, pero arroja menos certezas en el caso de los fómites (todo material carente de vida que puede ser el vehículo de un patógeno).

"CENSURA" PREVIA EN LOS ESTUDIOS

Los investigadores de ambos estudios no han respondido a la solicitud de entrevista cursada por este diario. Entre ellos figura el veterano Malik Peiris, una eminencia en el campo de la epidemiología y el primer científico en aislar el SARS en 2003, al que Li-Meng acusa de haber ignorado sus advertencias. «Desde el inicio de la Covid-19, el control chino sobre la investigación académica se ha vuelto más estricto. Pekín no está permitiendo que lleguen a Hong Kong muestras clínicas del continente y los estudios deben pasar una suerte de censura antes de su publicación. Antes te premiaban por publicar y darle prestigio a la universidad. Ahora te castigan si no sigues sus instrucciones».

El 28 de abril Li-Meng soltó amarras. «Aquella fue la última mañana que pisé el laboratorio. Por la tarde, cogí el coche y me dirigí al aeropuerto». Poco después, se subió a un avión de la compañía Cathay Pacific rumbo a Los Ángeles. «Mi marido, que trabaja en el mismo laboratorio, descubrió que estaba proporcionando información al exterior. No le había dicho nada para protegerle, pero reaccionó muy mal. Traté de convencerle de huir juntos pero no quiso. Entonces supe que tenía que irme de Hong Kong. Al llegar a EEUU, llamé a mis padres y me dijeron que la Policía había visitado la casa familiar en la ciudad de Qingdao. Unos agentes también inspeccionaron mi apartamento en Hong Kong», detalla. «Cuando decidí marcharme, pensé que la gente en EEUU, España o Italia no estaba comprendiendo lo que estaba sucediendo y que había demasiada desinformación», esboza.

-¿Se conocerá la verdad?

-Sí. El Gobierno chino retrasó deliberadamente la información del virus. Durante semanas, negó que hubiera personal médico infectado cuando los testimonios de primera mano de doctores en Wuhan denunciaban que el resultado de los diagnósticos se demoraba y, mientras tanto, pacientes con síntomas permanecían en zonas comunes de los hospitales sin aislamiento y en contacto con facultativos, enfermos con otras patologías y sus parientes, sin equipos de protección individual. Es español y sabe bien lo que significa la Covid-19, lo peligrosa que es; su fuerte mutación y su capacidad para crear nuevas variantes. Piense que todo esto sucedió en las semanas previas al año nuevo chino y en la ciudad que es el nudo del transporte en China.

-¿No teme ser utilizada políticamente?

-No tengo miedo de nada desde que empecé a contar la verdad. China ha publicado noticias falsas sobre mí y divulgado rumores patéticos diciendo que soy una psicópata, una traidora y que sólo busco el dinero estadounidense. Hago esto porque soy una científica, conozco la verdad y quiero contarla al mundo. Esta pandemia nos ha afectado a todos en todos los aspectos de nuestras vidas, desde el económico hasta el sanitario. Nadie sabe cuándo puede ser atacado por un virus invisible y altamente transmisible. En el caso de una persona vulnerable, puede fallecer antes incluso de ser diagnosticada. El mundo merece saber. Hay un Gobierno que debería haber sido responsable y no lo fue. Si no contara lo que sé, no sería capaz de mirarme al espejo. No busco que me crean sino que, cuando proporcione todas las pruebas, cada cual las vea y haga sus propias investigaciones y comprobaciones.

-Dice que podrían haberse salvado muchas vidas...

-Son millones ya los contagios y cientos de miles los muertos. No creo que su origen sea natural ni que esta enfermedad sea un accidente. Así que, de acuerdo con esto, toda la pandemia podría haber sido evitada. Y, si la OMS hubiera actuado desde que tuvo la información el 31 de diciembre, no habríamos tenido esta gran pandemia en todo el mundo.

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