Robert y Martha llevan 15 años casados. Cada mañana de estos 15 años Robert ha expulsado con orgullo un enorme peo antes de levantarse contento de la cama. Y cada día Martha le ha dicho que se le saldrán las tripas. Pero a él le ha dado siempre igual. Todos los días ha seguido su rutina pedorretil.
A Martha esto la sacaba de sus casillas y un día tuvo una idea mientras preparaba pavo relleno. La mujer sacó las tripas del animal y las guardó en la nevera.
A la mañana siguiente, mientras Robert aún dormía, se coló en la cocina, sacó las tripas del pavo y las metió en el pantalón del pijama de su marido sin que este se diera cuenta.
Poco después, Robert se despertó y soltó su sonoro saludo matutino bajo las sábanas. De repente, se levantó de un salto y corrió al baño.
Martha se rio para sus adentros y esperó. Pero cuando vio que su marido no salía del baño después de un rato, llamó a la puerta preocupada.
Robert abrió la puerta pálido como la cera y dijo: "Tenías razón durante todos estos años, cariño. Esta vez se me han salido de verdad las tripas. Gracias a Dios he podido volver a metérmelas dentro".